Por Alma Dzib Goodin
Acabo de leer con especial deleite un
artículo en PLOS titulado 10 reglas
simples para ganar un premio Nobel escrito
por Richard J. Roberts, quien ganó el
Premio Nobel en 1993 por su descubrimiento de los intros que es una región de
ADN que se elimina al momento de la transcripción del ARN en las células
eukariontes.
El artículo me hizo pensar en la falta de
inversión que existe hacia la ciencia en México, que es un tema que hemos
discutido en diversos foros. Los países que más inversión tienen, son los que
ganan más premios Nobel además de contar con mayor desarrollo económico y tecnológico.
Así que supongo que me fui a dormir con
esas imágenes y como a eso de las 3 de la mañana me golpeó fuertemente una idea
(quizá fue un sueño):
¿Qué pasaría si…
Alguien invirtiera en un centro
científico, donde las personas pudieran atender conferencias tipo TED Talk pero
con científicos de verdad, de esos que trabajan en ciencia básica, y que
hablaran lo mismo de las enfermedades de las células, que comúnmente se le
llama cáncer o de los distintos tipos
de demencias, o de la depresión. Un
lugar al que las personas pudieran llegar y descubrir algo nuevo, y enamorarse
de ciertos temas.
Donde cada mes hubiera un festival de
ciencia con temas diversos, al que las personas desearan asistir, tipo SXSW que
se realiza cada año en Austin Texas, cuya participación es tal que hay que
comprar entradas con un año de anticipación.
Un lugar en donde se produjeran
documentales, entrevistas, programas de radio con la única excusa de compartir
trabajos científicos a la población. ¿por qué hemos de esperar con ansia que
otros países nos compartan sus documentales?, ¿por qué no producir algo con
calidad superior?.
Pienso en un espacio donde los niños
lleguen y puedan sentir, oler, y escuchar la ciencia en espacios llenos de
arte, para que sus padres se animen y asistan a conferencias para adultos.
Un espacio tal requeriría de una Revista
con la tradición de Scientific American, donde los científicos puedan compartir
sus trabajos con el público e intercambiar ideas con otros.
Y para aquellos que no puedan asistir,
pues existirían cursos tipo Coursera, con acceso gratuito, porque cuando se tiene la voluntad todo es posible.
En tal entorno, ¿por qué no tener un
Premio científico tan prestigioso como el Nobel o el Príncipe de Asturias?, un premio
que reconozca no solo el trabajo científico, sino la pasión y el compromiso
social.
¿Qué beneficios tendría un espacio así?
Sin duda beneficiaria a la salud pública,
pues cuando las gente está informada sobre su salud, economía, o adelantos
científicos en general toma mejores
decisiones.
Se atraería inversión privada para la
investigación científica y por ende se haría trabajo en casa, en lugar de que
las Universidades como la UNAM forme recursos humanos de alto nivel que
encuentran las puertas abiertas en países con alta inversión en ciencia.
Los visitarían los extranjeros, como un
espacio único y los científicos serían parte importante del conjunto, con lo cual se beneficiaria la educación, la
economía y sobre todo, los ciudadanos mexicanos.
Si algún día esta propuesta se hace
posible, no olvide que la leyó en este
espacio, porque si en México nadie se anima, seguramente otro país lo hará.
Creo firmemente que los sueños se hacen
realidad si se trabaja duro en ellos.
Referencia:
Robert, R. (2015) Ten simple rules to win a Nobel Prize. Disponible en: http://journals.plos.org/ploscompbiol/article?id=10.1371/journal.pcbi.1004084
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