Por: Valeria Galván Celis y Alma Dzib Goodin
La música es
una de las muchas formas que las personas han encontrado para compartir ideas y
sentimientos. A través de ella es posible desnudar el alma y enamorar a quien
sea de múltiples formas, ya que va desde una melodía simple, una misa fúnebre, una
canción bailable o una tierna canción de cuna.
El lenguaje
musical es universal, a diferencia de los múltiples idiomas que existen
alrededor del mundo, la música no requiere traducción, es un solo idioma que
hace visibles los sonidos que comunican algo a quien la escucha.
La música nos
ha acompañado desde hace mucho tiempo, junto con los sonidos del medio
ambiente, la música llena el silencio y dice aquello que no es posible decir
solo con palabras.
Esta forma de
comunicación es capaz de describir el ambiente y de contar historias, para ello
emplea el sonido como medio expresión, y para poder compartirla con otros que
sean capaces de comprender el lenguaje tan particular de la música, existe un
alfabeto específico que se escribe sobre 5 líneas llamadas pentagrama.
Quienes somos amantes de la música, en
cualquiera de sus géneros y manifestaciones, damos por hecho que escuchar
música es bueno para el alma, a veces decimos que la “música puede dominar nuestros instintos” y no estamos
tan equivocados, pues la música ha acompañado a la humanidad en su camino.
Todo comienza con la capacidad de
escuchar. Escuchamos el canto de los pájaros, el correr de los ríos, el crujir
de nuestros pasos sobre las hojas o la nieve, y un buen día, el ser humano
comenzó a reproducir sonidos con un sentido práctico, intentando comunicar,
pudo ser con palabras o con música… y desde entonces, nos a acompañado en
nuestro paso por el mundo.
La música y el lenguaje, tienen muchas
cosas en común, en primer lugar, podemos decir que dependen de la capacidad de
escuchar, y su mayor cualidad es la
comunicación, por ello, intervienen las mismas estructuras cerebrales, en ambos
casos se requiere de un emisor y de alguien que escuche, si jugamos un poco con
sus elementos, podemos crear palabras o frases musicales de forma exponencial,
aparentemente infinita, y si deseamos aprender un poco más, descubrimos que
ambos tienen una representación visual de los sonidos, es un alfabeto, solo que
en el lenguaje tenemos letras y en la música tenemos notas musicales
representadas en una partitura.
Ambos requieren de que alguien nos enseñe
a usarlos, ambos tienen efectos a corto, mediano y largo plazo sobre nuestra
percepción del mundo y ambos nos enseñan a compartir, ideas, sentimientos…, en
ambos casos hay situaciones que impiden su adquisición como la dislexia o la
amusia y en ambas se puede ser solo un receptor (lector o amante de la música)
o bien un compositor o escritor…
La música
tiene muchas cosas que se parecen al lenguaje. La música es un fenómeno
acústico, es decir, la escuchamos igual que escuchamos el lenguaje; tiene un
componente emocional, igual que el lenguaje, tiene un vocabulario específico,
igual que cualquier otro idioma.
En contra de
la creencia popular, la música no solo activa el lado derecho de nuestro
cerebro, activa el área de la visión cuando la canción nos describe una
situación, requiere del área del lenguaje para comprender las palabras, usa las
vías rítmicas igual que la lectura, y nos hace mover los pies, por lo que usa
las áreas motoras.
Dependiendo de
su estructura, nos hará sentir relajados, ataca nuestras caderas si tiene
ritmos rápidos y se acompaña de tambores, nos hace cantar si la letra es
cadenciosa, a veces nos hace llorar, pero siempre, siempre tiene algo que
provocar, desde simple desagrado hasta una amplia sonrisa.
Por esto y más la música es nuestra
eterna compañera y no deberían tener miedo de incluirla como parte natural en
los entornos de aprendizaje ya sea música fina, rock, pop, canciones de cuna,
Villancicos, porque toda ella nos hace
felices.
La música se
ha relacionado con las habilidades cognitivas. Durante años se ha hablado de la
capacidad de la música para hacernos más inteligentes, sin embargo, la evidencia es controvertida, especialmente
por que el llamado Efecto Mozart no puede ser generalizado, ya que el estudio
original sólo empleó algunas melodías específicas del famoso compositor, pero
la verdad es que toda la música va a producir un efecto a nivel cerebral ya sea
que nos guste, que la reconozcamos, o que jamás la hayamos escuchado.
Estudios
posteriores han reconocido la capacidad de la música para beneficiar los procesos
cognitivos, ya que la música por ejemplo, beneficia el reconocimiento del ritmo,
lo cual ayuda a los procesos de lectura y escritura, pues en ambos procesos es
importante reconocer la cadencia, de otro modo los niños no hacen pausas al
leer y escribir, ¡digamos que leen como si ametrallaran una calabaza!, por lo
que la música les ayuda a reconocer la importancia de las pausas, y la magia de
los silencios.
La música
además nos ayuda a concentrarnos, pese a lo que muchos piensan que lo mejor es
estudiar en un ambiente perfectamente controlado y sin ruido, la verdad es que el ser humano
no puede abstraerse en sus propias ideas. Afuera siempre hay sonidos
ambientales que son más distractores que la música, la cual ha sido una
compañera inseparable.
Es por ello
que se sugiere elegir el tipo de música que más nos gusta para acompañarnos en
nuestras tareas, ya sea escolares o domésticas y son muchas las voces que se
levantan para agregar la música como parte de los ambientes escolares.
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