Desde el punto de vista evolutivo, el
llanto fue impuesto a muchas especies para hacer notar las necesidades de los
recién nacidos, es un llamado ancestral para el cuidado de los infantes, que se
extiende incluso a otras, ya que si escuchamos a un bebé humano, un gato u otro
animal llorar, responderemos al sonido.
Sin embargo, este mecanismo natural hace
una diferencia clara, si bien el sonido del llanto y del llamado en el caso de
los bebés es muy similar, cuando el bebé sólo llama a la madre o los cuidadores
no emite lágrimas, mientras que cuando el llanto es producto de dolor, va estar
acompañado de éstas.
El bebé, va a aprender muy rápidamente a
que este sonido atrae a alguien, finalmente es un proceso natural, y en su
viaje por aprender las relaciones sociales, el infante va a emplear este
mecanismo, para obtener atención. Si los padres no lo comprenden, se verán
arrastrados al niño cada vez que emita un gemido.
Este sonido es la antesala del lenguaje,
los bebés nacen sin poder hablar debido a un desarrollo incompleto a nivel
cerebral, pero también por que las cuerdas vocales están bloqueadas, debido a
que el medio acuático en que el bebé se desarrolla en el vientre materno,
podrían ahogarlo sin esta protección, así que la naturaleza les brinda una protección
que más tarde se convertirá en un elemento esencial del aparato
fono-articulador, pero para cuando el
lenguaje surge, muchos padres ya entablaron una clara relación entre berrinche
y cuidado, lo cual crea como consecuencia un círculo vicioso en que los padres
se sienten atrapados, ya que el llanto del
niño no atrae solo su atención, sino la de todos a su alrededor.
Esto se agrava si el menor tiene algún
trastorno del neurodesarrollo, pues la situación hace pensar a los padres que
si no atienden al niño de inmediato, están haciendo algo terrible.
Para evitar esos momentos embarazosos, se
sugieren distintas técnicas, entre más temprano se empleen, mejores relaciones
van a conseguir con los niños:
En primer lugar, reconocer si el bebé
grita por dolor o por compañía, si sólo quiere a alguien a su lado, no va a
derramar lágrimas.
Emplee movimiento para tranquilizarlo,
estudios del neurodesarrollo muestran que el movimiento calma a los bebés y
muchas veces esto es lo que buscan, pues cuando cargamos a un bebé lo mecemos
en los brazos, creando un calmante natural.
Intente música constante, esto evita
asustar al bebé ante un ruido repentino y aprenderá el valor de los estímulos
ambientales.
Del llamado por atención conforme crece
el bebé, pasa al berrinche que incluye pataletas si el pequeño no obtiene lo
que quiere, no sólo aquello que necesita.
Muchas veces esto es porque no se le
prepara para situaciones nuevas, por lo que se sugiere hablar con anticipación
de aquellos eventos donde el niño nunca ha estado presente e introducirlo
poco a poco, tal es el caso de los ritos
religiosos u otras ceremonias.
También se sugiere crear hábitos claros
en la familia, ya que esto evita ansiedad.
Si el niño ya está en edad de comprender
el lenguaje y las reglas, nunca responda ante un berrinche, ignoré al niño,
pues una vez que se establezca la relación entre berrinche y obtención de
aquello que se desea, el patrón conductual estará determinado por el niño, pues
la lógica que emplea es: “me tiro al
piso y obtengo lo que deseo”, no podemos negar que es una buena estrategia, pero
en la vida uno debe trabajar duro por lo que quiere.
Es cierto que hay niños con sobre-estimulación
cerebral pueden perder el conocimiento con un berrinche, debido a la gran
cantidad de aire que jalan por la boca, y en ocasiones el enojo es tal que
derraman bilis, lo que produce vómito. Estos casos deben tratarse con cuidado,
ya que el berrinche no es un signo, sino un síntoma que brinda mucha
información en el ámbito del neurodesarrollo.
También hay niños que hacen berrinches,
incluso fuera del entorno familiar, sobre todo aquellos que viven violencia
intrafamiliar, pues aprenden patrones de respuesta violentos en el hogar que
reflejan en otros ambientes.
Si se enfrenta a un berrinche en público,
no se altere, ignore al niño, si puede aléjese de la vista del menor, pero no
deje de darle un vistazo, sobre todo si hay más personas mirando la escena. En
cuanto el niño reconozca que se le ha dejado solo, se levanta y corre a buscar
al cuidador. Cuando ha conseguido la atención del menor, pregúntele que quiere
y entable comunicación visual y afectiva.
Otra técnica es la llamada tiempo fuera,
que permite al niño reflexionar sobre su conducta, esto funciona en niños que
tienen conciencia del entorno y de las situaciones, pues es necesario que
reconozca el porqué de sus acciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario