Por Linda Sanders & Alma Dzib Goodin
Los trastornos de la conducta alimentaria engloban a diversas enfermedades crónicas y progresivas que consisten en una gama de síntomas en los que prevalece una distorsión de la auto imagen corporal, un gran temor a subir de peso y la manifestación sobre los valores estéticos personales.
Generalmente se relaciona a éstos
trastornos con la bulimia y la anorexia nerviosa las cuales se estima que se
presentan en 10 mujeres por cada hombre y en promedio se inician entre los 14 y
los 20 años de edad.
Su historia se remonta al siglo XIX, ya
que en 1874 William Gull describió en la Real Academia de Medicina londinense,
un curioso trastorno al que denominó Anorexia Nerviosa, presentando a una serie
de pacientes a las que había tratado con éxito debido a trastornos en sus
hábitos alimenticios. Un mes después, en París, Charles Lasègue hacía lo propio
bautizando el trastorno en cuestión como anorexia histérica, calificativo que
ya empezaba a constituirse en la tradición francesa; de esta forma se introdujo
en la escena médica el más conocido y alarmante de los trastornos de la
conducta alimentaria.
Por otro lado, el término bulimia aparece
a finales del siglo XVIII en el Diccionario Médico de Londres que lo describe como
un trastorno en el que existe una preocupación por la comida, con periodos
alternantes de ingesta desmesurada y de ayuno.
Existen informes que evidencian que ya
desde el siglo XIX había personas que se provocaban el vómito, después de comer
en forma excesiva, pero no fue sino hasta 1940 que este trastorno se consideró
un síndrome y en 1980 la Sociedad Americana de Psiquiatría incluyó la bulimia
en el manual de psiquiatría como una enfermedad diferente a la anorexia.
Sin embargo, actualmente se agregan otros
trastornos a la lista de los trastornos alimenticios, entre los que se
encuentran la vigorexia que se caracteriza
por la preocupación obsesiva por el físico y una distorsión del esquema
corporal, que puede presentar dos manifestaciones: la extrema actividad del
deporte o, la ingesta compulsiva para subir de peso ante la percepción de estar
aún demasiado delgado. En este caso, los hombres son los principales afectados,
aunque también se presenta en las mujeres.
Por otra parte, se encuentra la
Megarexia es un trastorno opuesto a la anorexia nerviosa, pues se describe como
personas obesas que se miran al espejo y ser ven muy delgadas, por lo que
tienden a consumir comida basura (especialmente de calorías vacías). Ellos se
perciben sanos, sin embargo son personas obesas que se ven delgadas a causa de
la distorsión de la percepción que caracteriza a los trastornos alimentarios, por
lo que se les puede definir como obesos desnutridos por falta de nutrientes
esenciales en su alimentación, lo que lleva a considerarse una grave enfermedad.
A la lista de trastornos se agrega la
ortorexia nerviosa que es un trastorno en el cual la persona come alimentos que
ella considera saludables, pero hay que agregar obsesivamente sanos, por lo que
tienden a evitar alimentos que tienen
conservadores o aditivos, pues se les considera alimentos peligrosos.
La
Organización Mundial de la Salud estima que afecta al 28% de la población en
los países occidentales y los más afectados pueden ser los adolescentes y las
mujeres.
Se comienza limitando algunos
alimentos, entre los que se encuentran la carne roja, huevos, azúcares, lácteos
y grasas hasta que comienza a sentirse obsesión por la carga nutrimental de los
alimentos, por lo que se pierde el placer de comer y se sustituye por una
obsesión por la calidad de los alimentos.
Otro trastorno alimenticio es conocido
como pica y se refiere a la ingestión
de alimentos no comestibles, como papel, pegamento, cabellos o uñas.
Es posible observarlo mayormente en niños pequeños que en adultos y se estima
que entre el 10 y el 32% de los niños pueden tener un deseo incontrolable de
comer cosas extrañas, pero se puede encontrar también en mujeres embarazadas
por lo que se piensa que la ingesta de objetos puede ser la búsqueda de una
compensación vitamínica.
Los objetos y sustancias que pueden
convertirse en irresistibles para comer o lamer, se encuentran la tierra, las
piedras, la tiza, los mocos, la sangre, el
almidón, el pegamento, las cenizas de cigarro, el papel e incluso las heces.
Así que mientras unos comen poco, otros
sufren de hiperfagia que significa exceso de comida. Los pacientes pueden llegar a consumir grandes cantidades de
alimentos después de haberse alimentado adecuadamente. Los episodios pueden ser
esporádicos o persistentes.
En ocasiones, este trastorno puede ser
socialmente promovido bajo la idea de que comer es un placer. Cuando la persona
no logra controlar su ingesta, puede llegar a sufrir obesidad y diversos
enfermedades metabólicas, entre las que se encuentra la hiperglucemia, cuyos pacientes
pueden llegar a padecer a su vez la diabulimia,
que es un encuentro entre la bulimia y la diabetes, ya que el enfermo de
bulimia, también diabético, manipula las dosis de insulina que debe inyectarse,
para adelgazar o compensar los atracones. Aparte de las complicaciones de la
bulimia, se añaden la mediano plazo, la falta de inyecciones de insulina correspondientes.
Existen otros posibles trastornos, a los
que debe atenderse en cuanto éstos comienzan a minar la salud de las personas.
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